CAPÌTULO 4:
Día cuatro: Después de la
muerte
Alejandro
estaba sentado en una banca de la plaza. Su expresión era diferente, no estaba
como todos los días con sus auriculares puestos escuchando rock. Sino que se
encontraba inseguro de sí mismo. Observaba
la gente pasar, los niños jugando, y algún que otro tipo haciendo deportes al
aire libre. Su rostro era de esa gente que no conseguía dormir. Su mente estaba
dispuesta a recordarle por toda la vida el crimen que cometió.
Sus
amigos llegaban a la plaza. Tenían una expresión de desolación y tristeza. La
escuela estaba de luto al día siguiente. Y por tal motivo todos se encontraban
respirando el aire puro del poco paisaje natural que los rodeaba.
Antonio: No puedo creer
lo que paso – comenzó
a decir Antonio.
Romina: Nadie lo puede creer – siguió Romina.
Ingrid: ¿Qué te pasa,
Ale? – dijo Ingrid.
Alejandro: Nada, solo
pienso un momento –
hizo una pausa – y saben quién fue el
culpable.
Ismael: Nadie lo sabe – musito Ismael, que apareció de la
nada junto a su hermano – pero sospechan
que fue la nueva –
Alejandro
lo miro fijo después de ese comentario.
Leonela: Todos lo dicen,
pero yo no creo que haya sido ella
– prosiguió su hermana, Leonela – ella
estaba en el salón cuando todo pasó.
Alberto: En eso tiene
razón – dijo Alberto.
Ismael: Según Julieta,
ella estaba riéndose cuando todo pasó
– comentó Ismael.
Alejandro: Son
comentarios nada más –
aulló Alejandro – nadie sabe lo que paso
y de seguro nadie lo sabrá – en ese instante todos los amigos del colegio
empezaron a llegar a la plaza.
Romina: Qué onda que
todos están viniendo –
largó Romina.
Ingrid: Ahora todos son
caritativos – dijo
Ingrid.
Gustavo: Yo no puedo
creer lo que pasó –
comento Gustavo.
Tadeo: Fue muy chocante,
en verdad – siguió
Tadeo.
Alejandro: Miren, no es
por nada pero me tengo que ir, no puedo seguir con gente que habla de lo mismo,
me pone mal, chau, después nos vemos
– escupió Alejandro con un tono desesperado y sospechoso.
Raquel: No es para que
te enojes – enfrentó Raquel
Julieta: Deja que se
vaya, seguro él sabe sus razones –
largó Julieta desconfiada.
Alejandro
se alejó de todos ellos. Quería tener un instante solo para él. Lo estaba
haciendo bien en la plaza, hasta que todos llegaron. Cerca de una heladería, se
encontró con su padre.
Alejandro: Que hacess
vos acá? – le dijo.
Luis: Nada… - contesto – solo espero a una mujer…
Alejandro: Mujer?.
Luis: Sí, no pienses
mal, es por trabajo, si me porto bien me ascienden.
Alejandro: A donde??, si
SOS profesor.
Luis: Yo se mi cuento,
hijo. Mira después hablamos sí.
Alejandro: Bueno
entonces, y mamá?
Luis: Seguro está en la
casa, anda con ella, está un poco afectada por la muerte de la niña.
Alejandro: Okey, ahora
voy, nos vemos, chau
Luis: Chau.
Se
alejó de la heladería. Sus pasos eran contados, parecía como esos niños que
juegan a no pisar la raya de las baldosas que están que las veredas. Al llegar
a la acera de la escuela, se paró y miró. Pensaba en lo que había hecho y en como los demás actuarían si lo
descubrieran. Se sentía sofocado por todo. Volteó su cabeza y vio la figura de
Florencia acercándose a lo lejos. Esa imagen lo volvió a la realidad y sus pies lo guiaron hasta el
encuentro.
Florencia: Déjame
adivinar, no aguantas la culpa
– dijo ella, sin saludar.
Alejandro: Hola, se
decía primero antes –
contesto – y si, no aguanto la culpa.
Florencia: Que niño
eres, en verdad no sabes complacer a una mujer.
Alejandro: Pero vos no
SOS una mujer – aulló
mientras ella se trataba de alejar – solo
eres una controladora…
Florencia: Si soy así,
porque me hiciste caso, he
– escupió furiosa – o no tiene suficiente cerebro como para saber tú
mismo lo que es bueno y malo y controlar tus acciones.
Alejandro: Tienes razón,
SOS tan zorra como todos dicen.
Florencia: Créeme, me
tomo trabajo llegar hasta ese estigma
– comento – y ahora que todos reconocen
mis esfuerzos, por cada insulto de zorra lo tomo como un alago.
Alejandro:
No sabes lo que decís.
Florencia:
Si, si sé – le dijo apuñalando su pecho con su dedo – ahora sé también que vos harás cualquier cosa con tal de tenerme. Te
dejo, alguien me espera en un lugar.
Alejandro: Bien, pero la
próxima no te voy a hacer caso.
Florencia: Créeme – dijo dando vuelta hacia él – lo harás.
Alejandro: Y como?
Florencia: Porque en la
segunda vez, me vas a tener
– comento – pero para eso, somos
amiguitos con sangre de por medio.
Florencia
se alejó al decir esa oración. Alejandro la observaba. Ella tenía razón, el
amor es más grande y el cegado por eso, hará lo mismo cada vez que ella le
pidiera. Y eso dalo por hecho.
Tomó
sus auriculares y se los colocó, y con un rock de por medio se olvidó de todo.
Se alejó de la escuela, dispuesto a volver a cometer el crimen, pero no solo
con las víctimas que ella le diga, sino también con ella. Ya o sentía culpa de
nada.
Autor: Anibal R. Núñez. Todos los derechos reservados © 2013-2014
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