CAPÍTULO 8:
Día doce: La otra muerte.
Llegó
a la escuela con nuevos aires. Se sentía como una nueva persona. Cuando se
sentó en su banco estaba con una sonrisa de oreja a oreja. Todos miraban su
expresión, no parecía el mismo Alejandro. Algo había pasado en su viaje como
para que él se encontrara de esa forma.
Su madre no estaba como
profesora, esta vez era su padre. Hacía ya tres días que no lo veía, él no fue
al viaje ya que según sus excusas tenía mucho trabajo por hacer y eso le
quitaría tiempo.
Luis: Veo que estas muy
feliz, Alejandro –
dijo su padre – porque no nos cuentas
como estuvo tu fin de semana.
Alejandro: Acaso uno no
puede estar bien sin que otros preguntes – le respondió él con una mueca en el rostro pero con
su tono irónico al mismo tiempo – no pasó nada interesante – hizo una
pausa y todos le quedaron viendo – solo,
solo fue un viaje para pensar en mis acciones y meditar otras.
Luis: Entonces fue algo
más, como decirlo, liberador.
Alejandro: Si, más o
menos eso.
Luis: Bien – dijo asintiendo con la cabeza – bueno chicos, hoy estoy de reemplazo de la
mamá de Ale, pero les daré una clase más Política acerca de la geografía.
Florencia: Que tiene que
ver el control del gobierno con los niveles de altitud de las montañas – le escupió Florencia.
Luis: Vos SOS – miro la planilla – Florencia, cierto.
Florencia: No creo que
haya otra en el curso –
dijo.
Luis: Así que una alumna
muy directa –
contestó el profe – te hace falta un
castigo, señorita.
Florencia: Y que usted
diga la verdad.
Luis: No me conoces – musito nervioso.
Florencia: No es
necesario conocer, para saber las actitudes de alguien – se levantó y se fue a
la puerta – solo hay
que mirar los ojos – se fue del salón.
Se
podía agarrar la tensión en el salón. Alejandro quedo mirando la puerta como
hipnotizada. Sabía que su padre escondía algo. Él creía en las palabras de
Florencia, ella jamás mentía, eso sentía, como que ella no aparentaba ser lo
que en realidad era, sino que algo más. Muchas sospechas, pero pocas
afirmaciones.
Luis: Bueno, chicos – dijo – lamento el inconveniente. Donde estábamos?
Luna: En la Política de
la Geografía, o algo así – aulló
Luna.
Luis: Ha bueno, si…
Alejandro: Puedo ir al
baño? – le
interrumpió Alejandro, su hijo.
Luis:Si, si – dijo cuándo miraba la puerta.
Se
levantó del banco. Y se fue. En el pasillo al finalizar la escalera, encontró a
Florencia sentada. Sola. Mirando quien sabe qué cosa. Él se acercó a ella, no
quería que se enojara, así que tomo la precaución de bajarla despacio, y con
calma.
Alejandro: Sabes algo de
mi padre, cierto? –
le encaro.
Florencia: Por que
insinúas eso?
Alejandro: No sé, tal
vez por la mini discusión que tuvieron.
Florencia: ¿Por qué no
vino tu madre? – le
exclamo.
Alejandro: Estaba muy
cansada, y no la culpo, en el campo ella ayudo mucho a su padre.
Florencia: Que bien – ella se puso de pie -
toma – le entrego una nota.
Alejandro: Qué es esto? – dijo sorprendido, aunque ya se
imaginaba lo que era.
Florencia: Las
instrucciones de la próxima víctima –
respondió y luego se acercó a él –
hazlo, y me verás mejor.
Alejandro: Veo que te
gusta insinuarte cuando un hombre hace algo por ti.
Florencia: No eres un
hombre, solo un nenito que obedece a una mujer, o casi mujer, como lo quieras
decir.
Alejandro: Es Julieta,
verdad?
Florencia:Sí, pero esta
vez hazlo en otro lugar menos público.
Alejandro: En el salón
de clase?
Florencia: Si quieres – ella se fue, y él quedo con la nota.
Subió
escaleras arriba. Hizo un bollo al papel y lo guardo en el bolsillo de la
campera. Entró al curso y todos estaban copiando lo que su padre escribió en el
pizarrón.
Alejandro: Perdón por la
demora – dijo.
Luis: No hay drama –
contesto su padre.
Se
acercó a su asiento y se sentó en él. Empezó a copiar la actividad. De pronto
su amiga Ingrid empezó a susurrar una charla con él.
Ingrid: No fuiste al
baño, verdad?
Alejandro: Como lo sabes?
– se dio vuelta.
Ingrid: Instinto – dijo ella – en verdad te gusta la chica.
Alejandro: Algo así.
Ingrid: Algo me dice,
que ella es muy peligrosa para ti.
Alejandro: El AMOR
siempre nos hace correr riesgos.
Ingrid: Te noto
cambiado, Ale – dice
– y seguro que es ella.
Alejandro: Puede ser,
pero te digo algo, más que cambiado estoy liberado.
Luis: SILENCIO – ordenó el profesor.
Se
dio vuela y siguió en su mundo. Ingrid tenía sospechas desde el día en que
Antonio les dijo la supuesta hipótesis. Miro hacia la venta y veía la bandera
de su país flamear, ella en ese momento se dio cuenta que para hacerlo necesita
del viento y que Alejandro si en verdad mató, necesitaba de ella.
Autor: Anibal R. Núñez. Todos los derechos reservados © 2013-2014
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