CAPÍTULO 1:
Día uno: El amor en la
puerta.
Su
padre estaba sentado en el living de la casa leyendo el periódico como cada
mañana. Alejandro se acercó a él como siempre a esperar que termine de leer
para levarlo al primer día de escuela. El clima estaba ideal, un típico sol de
invierno con la temperatura adecuada para llevar su nuevo buzo al colegio y
mostrarles a sus amigos.
Su
madre no se encontraba en casa, había salido a trabajar el medio turno que
tenía. De tarde. Su padre trabajaba a la par de la madre, pero este lo hacía de
mañana. Ambos con la misma profesión, profesores de secundaria. Su madre,
enseñaba ciencias sociales, como geografía e historia en diversos módulos
durante la tarde. Por otro lado, su padre se especializaba en Ciencias
Políticas. Los dos en escuelas diferentes.
Alejandro: Hey pá
– mascullo Alejandro – ya es hora de que me lleves a la escu.
Luis (padre): Bien hijo – le dijo sonriendo – vámonos, o llegaras tarde.
Los
dos subieron al auto y fueron directo al
colegio. Todo iba bien ese día, transcurría como cualquier otro. Alejandro se
encontraba ansioso por volver a ver a sus amigos y amigas. Ingrid, Romina,
Alberto y Antonio. Sus fieles compañeros desde jardín de infantes.
Llegaron
al colegio. La Escuela Normal, el edificio que se hacía notar más que cualquier
otro de
pueblo. La madre de los edificios grandes y estructuras del siglo XIX.
Probablemente el mejor colegio público de todo Santo Tomé, Corrientes.
Alejandro: Bien pá, gracias por traerme – se saludaron de manos
Luis (padre): Acodarte de que a la vuelta vas caminando,
no voy a poder buscarte porque tengo que ir por tu mamá -
le comento – hasta que su auto
esté bien arreglado.
Alejandro: Dale, no hay drama – exclamó Alejandro – igual es mejor así me voy con mis
amigos.
Luis (padre): Nos vemos en casa – concluyó el padre.
Alejandro: Dale, de una – contesto el hijo.
La
relación era buena. Como de cualquier padre e hijo con gustos musicales del
mismo estilo y una onda juvenil que se dispersa en el aire. Alejandro entro por
el portón principal de la escuela, y de inmediato divisó a sus amigos.
Ingrid: ¡Ale! – gritó Ingrid –
¡ven!
En ese llamado acudió como lo hacen
todos los chicos, por instinto de que tendrán mucho de qué hablar.
Alejandro: Chicos, como
están – dijo – tanto tiempo chabones.
Antonio: Si demasiado – balbuceo Antonio.
Alejandro: Y, como
están –
exclamo.
Romina: Bien, por suerte – empezó Romina – unas buenas vacas, y vos qué onda?.
Alejandro: Todo tranqui, como siempre, viviendo de
música – respondió.
Ingrid: Che, dicen que hay una chica nueva en clase – dijo Ingrid.
Romina: Si, dicen que
repitió tanto que si lo hace de nuevo tendrá que abandonar la escuela – chismeó Romina.
Alejandro: Por qué?
dicen que repitió mucho?
- añadió Ale.
Ingrid: Tiene 17 años,
me estas cargando –
dijo irónica Ingrid – es re burra la
mina.
Antonio: Digan lo que digan, pero según escuche esta
tremenda – repuso
Antonio.
Alberto: Si yo también – dijo Alberto en un gesto de
confirmación al comentario de su amigo.
Alejandro: Puede ser,
solo espero que no sea tan perra
– acribillo por último Alejandro.
El
timbre sonó y marcó la hora de entrar al cole. Subieron escaleras arriba,
Ingrid casi tropieza pero se agarra del barandal para contener su casi caída.
Llegaron al final de la subida y entraron en el curso de su derecha. Cada uno
tomo un banco y se sentó en el mismo orden que el año pasado. En una misma fila
todos los amigos de Alejandro. Por la otra estaban Luna, Raquel, Juana y Tadeo.
Más allá se encontraban Gustavo, Julieta, Ramona y los dos hermanos Ismael y
Leonela. A lo último entró un chico nuevo, no era obviamente el de los
comentarios afuera sino que era un tipo miedoso de sí mismo, blanco como papel
y de cachetes colorados.
Tadeo: Cómo te llamas – le interrogó Tadeo.
Ignacio: Ignacio – musito el chico
Raquel: Siéntate allá,
solo, hasta que conozcamos bien tus mañas – le escupió Raquel.
La
profesora llegó y para sorpresa de todos y del mismo Alejandro, la mujer que
entró era su propia madre.
Adriana: Buen día chicos – saludo Adriana.
“todos”: Buen día – contestaron todos.
Adriana: Hoy soy
suplente, no se mañana
– dijo la profe – así que no te asuste
hijo – concluyo su frase.
Alejandro: Dios mío, que
me trague tierra –
pensó en vos alta Ale.
Adriana: Hoy hay
compañera nueva –
notifico Adriana – se llama Florencia y
en un momento va a llegar.
Ese
instante que insinuó la llegada de la chica fue mínimo. Cuando la profe estaba
escribiendo la fecha en el pizarrón, la puerta de la clase se abrió y Alejandro
diviso a lo que más adelante no solo sería su perdición sino también su AMOR.
La
chica se sentó detrás de Ignacio. La profe dispuso que diga su nombre en la
clase, ella no la escuchaba por sus auriculares. Entonces se acercó y se los
quitó en un tirón con una mirada fría. A la chica no le movió un pelo y siguió
en su mundo. Sacó sus elementos para escribir y se zambulló en eso.
En
el otro extremo Alejandro la miraba, sentía una sensación que nunca creyó que
podía sentir. Mariposas en el estómago y otras cosas. La pregunta de Antonio de
volvió a la realidad.
Antonio: Préstame tu
corrector – dijo.
Alejandro: Si agarra
nomas – contesto.
*****
El timbre del
recreo sonó. Todos salieron. Alejandro siguió a la chica hasta la salida, y
observó que se marchaba dentro de un auto. Y desde ese momento no la volvió a
ver durante todo lo que restaba de escuela.
Autor: Anibal R. Núñez. Todos los derechos reservados © 2013-2014
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